El Ladrón de Hamburguesas

Aventuras y Desventuras de los Jugadores de Ciudadela

Esta Crónica tiene como única fin dejar testimonio de una cruenta lucha por la igualdad para que sea fuente de inspiración para las futuras generaciones.

Los jugadores del equipo, Motoneta Belgrano, La Araña Ochoa y el Mariscal Rillo se juntaron en el ocaso del domingo con la Piedra Tarasido (El Gordo del Sombrero para los no entendidos), hincha que tiene un irrevocable derecho de admisión por la mala suerte que trae al León. De 16 partidos perdimos 16 bajo sus ojos. El otro compañero, héroe de esta gesta, fue Catriel Julianes, militante del Frente Amplio Progresista.

El grupo revolucionario, el Quinteto Libertador se dividió así: La Artillería Pesada, la fuerza quebradora, Mariano Tarasido. Belgrano, el cerebro y el de la pinta de zurdo; Pipe, también conocido como "Señuelo" Julianes, el hombre de acción, el cara dura y cara de borracho. El Mariscal Rillo el francotirador, que todo lo vigilaba con su blackberry mezclado entre los civiles y el Gral. Ochoa cerraba la marcha.

Compugidos por el salvaje capitalismo que nos había echado de Alvear Garden a las 5, partimos hacia rumbos mejores cuando en pleno Centenario nos cruzamos con la malvada corporación MavDonalds, que intoxica el proletariado con lombrices procesadas y comprimidas bajo el pseudónimo búrgues "hamburguesa" (No nos mientan más!).

Cuando arribamos a Mordor, a un compañero de la Comunidad, Julianes, le regalaron el ticket de un helado. Con el fin de probar el veneno que ingería el pueblo argentino fue a pedirlo, pero uno de los demonios de Ronald, también llamadas "cajeras", se puso en su paso. No solo no quería darle el helado, sino que quería hacerle hacer la fila. Luego de idas y venidas verborrágicas, la discusión se torno tediosa, y Julianes, que más que hombre de palabras es un hombre de acción, saltó el mostrador, tomó un vasito y comenzó a servirse el helado por su cuenta, ajeno al mundo y a la ley, por lo que miles empleados de camisa celeste se le vinieron al humo y lo sacaron al otro lado del mostrador.

Parecía que ya se iba apagando el tema, pero nuestro forjador de anécdotas continuaba con el alma intranquila. Mientras tanto Belgrano, el autor intelectual, lo maquinaba con frases tales como "Esta en tus derechos, anda reclamar, no decepciones a Hermes". Hecho una fiera fue hacia el mostrador y siguió discutiendo. Por un segundo nos dimos vuelta y al voltear se encontraba el muchacho con dos combos en la mano y 32 empleados del mes encima. De un santiamén nos paramos y fuimos al encuentro del Cabo que luego de poner dos piñas cayó al piso. Alli aparecieron Tarasido y Ochoa, quién puso al cajero que demoró en darle el pedido, para salvar a Pipe de que su cabeza termine en la freidora. Imaginarán que quién escribe, alma sensible, también puso a un par.

Como héroes, luego de trompear a Ronald Mac Donald en la jeta y a la puta burocracia, salimos al estacionamiento. La gente nos felicitaba, nos pedía autografos y las mujeres pedían besos. Algunos dicen que se lo vio a Julianes, cual Robin Hood urbano, repartirle combos a la gente, papas fritas a los desamparados y nuggets a los garitas. Pero esto último es tan solo parte de la leyenda y no tenemos datos históricos que lo contemplen.

Así amanecimos tomando mate en Libertador a las 8 de la mañana desayunando la victoria. Nos faltaron unos brownies.